miércoles, 2 de mayo de 2012

Roca firme

«Estamos acostumbrados a oponer a la fe la increencia, y seguramente nos resultará extraña la afirmación de que, en la Biblia, lo contrario de la fe es el miedo. Cada vez que los autores bíblicos narran una escena en la que Dios se pone encontacto con alguien, las primeras palabras que le dirige son siempre:   «No temas», como si la barrera del miedo fuera el principal obstáculo para el encuentro, y sólo si ese hombre o esa mujer se deciden a dejar de defenderse de su presencia, puede comenzar a haber comunicación.

En el momento en que Jerusalén estaba sitiada por dos pueblos aliados en su contra, y el rey y el pueblo están temblando de miedo, Isaías escucha una extraña orden del Señor:

         «Anda, sal al encuentro de Acaz con tu hijo Sear Yasub y dile: "¡Vigilancia y calma! No temas, no te acobardes ante esos dos cabos de tizones humeantes". (...) Así dice el Señor: "Si no os afirmáis en mi, no seréis firmes"».

y recurre a un juego e palabras que insiste en la solidez sobre la que se apoya siempre la fe  (la raiz ´MN significa en hebreo «ser firme, ser sólido, ser seguro, ser estable, sostener...»).
La frase podría traducirse así: «Si no os atrevéis a apoyaros en mí, nuca podréis experimentar que sois sostenidos».   La fe para un hebreo consiste en apoyarse en alguien en quien se tiene seguridad, fundar en él la propia vida y buscar solamente ahí estabilidad, seguridad y protección:

                     «El Señor, mi roca y mi baluarte,
                      mi liberador, mi Dios,
                      la peña en que me amparo,
                      mi escudo y fuerza de mi salvación,
                      mi ciudadela y mi refugio,
                      mi salvador que me salva de la violencia (...)» (2 S 22,2-3.47)

Para un griego, enamorado de la perfección luminosa, es cierto lo que está descubierto, privado de sombra y de oscuridad; para un latino, sensible a los principios jurídicos, es cierto lo que es auténtico, de procedencia garantizada. Para un hebreo, es verdadero lo que se ha puesto a prueba y hallado sólido. La verdad en la Biblia no se opone al error, sino a la mentira y a la vanidad, es decir, a lo que está falto de solidez. Mientras a sus ojos los falsos dioses son ídolos, imágenes estériles y sin poder, Israel llama a su Dios «el Dios del Amén» (Is 65, 16), aquel con quien siempre se puede contar y sobre el que pueden apoyarse sin temor.

                   «Confiad en el Señor por siempre,
                    porque en el Señor
                    tenéis una Roca eterna...» (Is 26, 4-5)

En cambio, quien vacila en su confianza en Dios siente hundirse la tierra debajo de sus pies. De ahí las exhortaciones a no temer, a salir del miedo y a apoyarse en Aquel que fortalece las mános débiles y sostiene las rodillas vacilantes»

                               Dolores Aleixandre, "Dame a conocer tu nombre. Imágenes bíblicas para hablar de Dios", Santander, 1999, pag 23-25

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