En el momento en que Jerusalén estaba sitiada por dos pueblos aliados en su contra, y el rey y el pueblo están temblando de miedo, Isaías escucha una extraña orden del Señor:
«Anda, sal al encuentro de Acaz con tu hijo Sear Yasub y dile: "¡Vigilancia y calma! No temas, no te acobardes ante esos dos cabos de tizones humeantes". (...) Así dice el Señor: "Si no os afirmáis en mi, no seréis firmes"».
y recurre a un juego e palabras que insiste en la solidez sobre la que se apoya siempre la fe (la raiz ´MN significa en hebreo «ser firme, ser sólido, ser seguro, ser estable, sostener...»).
La frase podría traducirse así: «Si no os atrevéis a apoyaros en mí, nuca podréis experimentar que sois sostenidos». La fe para un hebreo consiste en apoyarse en alguien en quien se tiene seguridad, fundar en él la propia vida y buscar solamente ahí estabilidad, seguridad y protección:
«El Señor, mi roca y mi baluarte,
mi liberador, mi Dios,
la peña en que me amparo,
mi escudo y fuerza de mi salvación,
mi ciudadela y mi refugio,
mi salvador que me salva de la violencia (...)» (2 S 22,2-3.47)
Para un griego, enamorado de la perfección luminosa, es cierto lo que está descubierto, privado de sombra y de oscuridad; para un latino, sensible a los principios jurídicos, es cierto lo que es auténtico, de procedencia garantizada. Para un hebreo, es verdadero lo que se ha puesto a prueba y hallado sólido. La verdad en la Biblia no se opone al error, sino a la mentira y a la vanidad, es decir, a lo que está falto de solidez. Mientras a sus ojos los falsos dioses son ídolos, imágenes estériles y sin poder, Israel llama a su Dios «el Dios del Amén» (Is 65, 16), aquel con quien siempre se puede contar y sobre el que pueden apoyarse sin temor.
«Confiad en el Señor por siempre,
porque en el Señor
tenéis una Roca eterna...» (Is 26, 4-5)
En cambio, quien vacila en su confianza en Dios siente hundirse la tierra debajo de sus pies. De ahí las exhortaciones a no temer, a salir del miedo y a apoyarse en Aquel que fortalece las mános débiles y sostiene las rodillas vacilantes»
Dolores Aleixandre, "Dame a conocer tu nombre. Imágenes bíblicas para hablar de Dios", Santander, 1999, pag 23-25
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