domingo, 9 de marzo de 2014

El regreso del hijo pródigo



«Al principio al mirar el cuadro y ver el color todo opaco y sin luz, parecía algo sin expresión y yo no sabía quienes eran los personajes pintados en la obra. No tenía luminosidad ni colores vivos. Pensaba que al ser un reencuentro tendría más vida...
Luego, con la explicación, me fui fijando en los detalles: en la luz que se dirigía a determinados puntos, en cómo miraba cada personaje y lo que expresaba, las manos del padre... los pies del hijo pródigo... La figura del hermano mayor era la más opaca de todas, la menos luminosa. Él era quien tenía el rostro más seco de todos los presentes. 
Me fijé en la forma de mirar del Padre, no se me había ocurrido pensar que fuera ciego... veía de otra manera. Tampoco me había fijado en que el hijo menor no tenía pelo... había caído tan bajo...»

Isabella Mosquera, 1º ESO C



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